Déjame contarte el secreto detrás de un buen sofrito: paciencia y amor. Comienza calentando un poco de aceite en tu cazuela a fuego medio, sin miedo. Introduce el pollo y deja que se dore, girándolo de vez en cuando. Este paso es crucial para un pollo a la cazuela con carácter.
Mientras tanto, puedes admirar esos rizos dorándose como si fuera un baile sincronizado en tu sartén. Añade la cebolla y el ajo, dejando que sus aromas se mezclen con el del pollo, casi como un abrazo familiar. Ya puedes imaginar ese plato principal oloroso al que todos acudirán.
Empezamos poniendo en marcha la magia del pollo a la cazuela. Calentamos un buen chorro de aceite en una cazuela amplia a fuego medio-alto, ¡que la cocina huela a gloria! Colocamos los muslos y contramuslos, bailando entre burbujas, dorándolos por ambos lados. Este paso es clave: sellamos los jugos y creamos una base de sabor rica. No embotelles la olla, deja que el pollo tome su espacio y doré uniformemente.
Una vez dorado y bien orgulloso de su color, retiramos el pollo y lo sazonamos sin timidez con sal y pimienta. Este es el momento en que todo aquel que se acerca a oler pregunta «¿Qué estás cocinando?» Reservamos el pollo aparte, pero mantenemos intactos los jugos en la cazuela para dar poder y sabor al sofrito.

Para empezar esta deliciosa receta familiar de pollo a la cazuela, calienta un buen chorro de aceite en la cazuela. Cuando brille como el sol en verano, añade la cebolla en brunoise. A continuación, deja que se caramelice un poco antes de incorporar el ajo picado y el jengibre rallado.
En cuanto el aroma del ajo te recuerde a esos días de domingo en casa, añade el chile rojo y la zanahoria cortada. Remueve suavemente, dejando que las verduras se ablanden a fuego medio. Mientras tanto, visualiza cómo este sofrito va transformando tu pollo en una obra maestra sabrosa, lista para impresionar a tus comensales.
Con los jugos del pollo aún en la cazuela, baja un poco el fuego y decide si el toque maestro de aceite es necesario. Luego, aquí entra en juego la magia: agrega la cebolla morada cortada en brunoise, los dientes de ajo picados, la zanahoria en brunoise y el chile rojo. Deja que la cebolla se vuelva transparente y la zanahoria empiece a ablandarse, como cuando siente la llegada del domingo familiar.
Piensa en el sofrito como el alma del plato. Al igual que la paella, esta receta compartirá el amor por las mezclas bien hechas, así que cuando las verduras estén tiernas, añade especias secretas: un toque de jengibre, un chorro de caldo y la maicena disuelta. Remueve bien hasta que todo se integre como un abrazo cálido.

Es el momento de darle vida a la cazuela. Agrega el arroz Sabroz Brillante, ese aliado que siempre queda en su punto, y el caldo de pollo. Asegúrate de revolver bien, como cuando mezclas un buen guiso para que ningún granito quede seco.
Déjalo que se cocine a fuego lento, casi como acariciando el alma. Verás cómo el arroz va absorbiendo el sabor intenso del caldo, transformando esta receta familiar y deliciosa en todo un espectáculo. ¡No te despegues mucho, que en nada estará listo para disfrutar!
Ahora, añadimos el arroz Brillante Sabroz a la cazuela. Este arroz es la elección perfecta para nuestro pollo a la cazuela, absorbiendo todos los deliciosos sabores. Remueve suavemente porque, aquí entre nos, el secreto está en no dejar ningún grano sin saborear la salsa.
Una vez que el arroz esté bien mezclado, vertemos el resto de caldo de pollo caliente sobre la mezcla. Es vital que el caldo esté caliente, así que no te saltes este paso si quieres que el plato siga cocinándose a su ritmo.

En este paso, añadiremos las almendras, azafrán y ralladura de limón para un toque sofisticado en nuestro pollo a la cazuela. Lleva la mezcla al punto de ebullición y luego baja el fuego. Esto permitirá que el arroz absorba sabores, dejando el plato ni muy seco ni demasiado caldoso.
Mezcla suavemente para que todos los ingredientes se integren bien. La fusión del azafrán con el limón crea una experiencia sensorial única, haciendo que cada bocado de este pollo a la cazuela se sienta como un abrazo cálido y familiar. Asegúrate de captar esa esencia en cada preparación.

Ya tienes el aroma del sofrito bailando en la cazuela. Es el momento de regresar el protagonista de esta receta: el pollo a la cazuela. ¡Cuidado con la salpicadura del aceite! Déjalo que se asiente junto a las verduras, mientras acaricias el pollo cada tanto con una paleta, dejándolo dorarse bien.
Ahora que está todo en su lugar y cantando en armonía, es cuando el pollo empieza a mezclar sus jugos, hablando con cebolla y ajo. Te diría que en este momento se empieza a notar el aroma de domingo en la cocina. Observa cómo se impregna del sabor. ¡Es irresistible!
Cuando veas que el caldo hierve y se anima como un domingo en casa de la abuela, es hora de reencontrarse con el pollo sellado en la cazuela. Coloca los muslos y contramuslos sobre el arroz, dejándolos sumergidos suavemente. Así, absorben ese delicioso sabor del guiso sin complicaciones.
Deja que el pollo se tome su tiempo a fuego lento, cubierto por el caldo. La clave para un pollo a la cazuela jugoso es la paciencia; deja que cada pieza se empape bien, y asegúrate de que el arroz no se pase. Confía, que esto va a saber a gloria.

Deja que el aroma a domingo en casa invada tu cocina, para eso tendrás que cocinar a fuego lento el pollo y el arroz, dejándolos que se abracen con el caldo y esos toques de azafrán y jengibre. Y, como siempre decía mi abuela, «sin prisa, que el sabor no se apure».
Remueve de vez en cuando para evitar que se pegue; es como cuidar a una plantita, un poco de atención basta. Este plato principal te recompensará con una delicia y sin gluten que hace a cualquier cena una ocasión especial. ¡A disfrutar del pollo a la cazuela!
Deja que el plato se cocine a fuego lento, ese es el verdadero truco de la receta tradicional de pollo a la cazuela. ¡Aquí la paciencia es tu mejor aliada! Dale entre 15 y 20 minutos para que los sabores se unan como una receta familiar y deliciosa, y el arroz quede perfecto.
Mientras el guiso hace lo suyo, echa un ojo al líquido en la cazuela. Si notas que está un poco seco, puedes añadir más caldo de pollo para mantener el ritmo. Así aseguras que el pollo y el arroz bailen juntos hasta la perfección.

Para crear un plato de pollo a la cazuela espectacular, vamos a darle el toque final con la decoración. Añade unas cuantas almendras laminadas y un toque de cilantro fresco. Aprovecha la ralladura de limón sobre el plato antes de servirlo para darle un aroma fresco y vibrante, la presentación es clave.
Cuando lo lleves a la mesa, imagina las caras de tus comensales al recibir un plato tan delicioso como el de una receta familiar de pollo en salsa de la abuela. Si además usaras un toque de azafrán para decorar, ¡sería un espectáculo tanto para el paladar como para la vista!
Ahora toca darle ese toque final a nuestro querido pollo a la cazuela. Decóralo con un buen puñado de cilantro fresco y unas almendras laminadas tostadas. El cilantro, para dar un toque de frescura totalmente irresistible, y las almendras, para ese crujiente del que nadie podrá resistir ni un bocado.
Sirve caliente y asegúrate de que cada porción luzca con orgullo una buena combinación de arroz, pollo y verduras. La mezcla de colores y texturas en el plato seguro que despertará el apetito de todos. Este pollo en salsa de la abuela hará que recibas una ovación entre los comensales, te lo aseguro. El cilantro aporta un toque de frescura que contrasta maravillosamente con los sabores ricos y complejos del guiso.